martes, 27 de diciembre de 2011

Es Navidad: Ferrocarril y Caridad

Ninguna otra época del año como la Navidad para hablar de solidaridad, aunque matizando que cuando los trenes transportaban viajeros por esta comarca no se hablaba de solidaridad, sino de caridad, lo que en definitiva venía a ser lo mismo.

Hablar de trenes y solidaridad es referirse a los llamados “billetes de caridad”, utilizados para el traslado de enfermos a Córdoba o a otras capitales con el fin de acudir a consultas médicas o al hospital, algo que en el caso de las familias más pudientes no presentaba problemas, pero que se complicaba en el caso de las más necesitadas, ya que no solían disponer del dinero para pagarse los billetes, por lo que la ley les otorgaba el derecho a obtener estos billetes especiales, que como otros muchos servicios corrían por cuenta de las maltrechas arcas municipales.

Realmente se trataba de una bonificación que hacían las compañías en el precio del viaje: los billetes eran solicitados por los enfermos al Ayuntamiento para que éste los requiriera a las compañas ferroviarias y pagara el precio del billete.

La cuestión no es anecdótica, pues, por ejemplo, en 1917 había en Belmez casi 900 familias pobres con derecho reconocido a asistencia médica gratuita y al uso de estos billetes de caridad, razón por la cual semanalmente se atendían en el Ayuntamiento una media de cinco solicitudes, llegando a recomendarse a los médicos titulares del municipio que se abstuvieran de aconsejar a estas familias que visitaran a médicos u hospitales de la capital.


Sanitarios y enfermos en el hospital de Pueblonuevo del Terrible - 1923
El proceso burocrático que se ponía en marcha para la solicitud de uno de estos billetes era complejo: el médico tendría que prescribir el viaje; el paciente, con esta prescripción, solicitaría el viaje al Ayuntamiento, debiendo probar su cualidad de “pobre” por estar inscrito en el correspondiente registro de “pobres de solemnidad”; el Ayuntamiento lo aprobaría en sesión plenaria y se lo requeriría, acompañado de toda la documentación, a la compañía ferroviaria que correspondiera, petición que habría de hacerse a sus oficinas centrales (Madrid en el caso de M.Z.A. o Málaga en el caso de Ferrocarriles Andaluces); y finalmente la compañía enviaría el billete a la estación para que fuera retirado por el interesado.


Todo este papeleo podía tardar de uno a tres meses, por lo que no eran extrañas las quejas y premuras en caso de urgencia, sirviendo como ejemplo la de un vecino de Belmez que el 29 de octubre de 1932 se dirigió al Ayuntamiento indicando que hacía más de un mes que había pedido un billete de caridad para llevar a su esposa gravemente enferma a Madrid, y que desconocía, por haberle perdido la pista, si el no llegar el billete se debía a que no se había pedido o a dificultades de M.Z.A. Tras hacer las indagaciones oportunas se comprobó que era la compañía la que no lo había enviado, tardando aún un par de semanas en hacerlo.

El pago de estos billetes suponía un grave quebranto, por lo que fue en el periodo de posguerra cuando más problemas hubo, recurriéndose a otras instancias, como el Gobierno Civil, para su consecución, tal como sucedió a comienzos de 1944, cuando según el acta del Pleno del Ayuntamiento de Belmez del 22 de enero: “Se da cuenta de una solicitud presentada por Ascensión Romero Dávila en la que interesa de este municipio un socorro para llevar a una hija de seis años a Madrid para hacerle una operación quirúrgica, según prescripción facultativa, y por carecer de medios económicos para efectuar este viaje”. Por unanimidad de votos se acordó pedir dos billetes de caridad a la Compañía de Ferrocarriles por conducto del Exmo. Gobernador Civil de la provincia, y el resto para completar el billete ordinario se le abonó en calidad de socorro por este municipio.

Si bien en esa época ya se estaban realizando transportes de enfermos por carretera, el tren seguía cumpliendo su labor para el traslado a Córdoba, y así en febrero de ese mismo año de 1944 se recibió un oficio de la Jefatura Provincial de Sanidad en el que manifestaba su deseo de complacer al Ayuntamiento en la solicitud que había hecho pidiendo una ambulancia para trasladar a un enfermo al Hospital Provincial, pero que por la restricción de gasolina que había, no se podía acceder a ello, añadiéndose que tan pronto hubiera cama se enviara al enfermo en un furgón del ferrocarril y el Instituto pagaría el precio del billete.

Hospital de la SMMP en Pueblonuevo del Terrible
Como una especie dentro de este género de viajes al hospital se podrían considerar los viajes en La Maquinilla de los obreros enfermos o heridos leves de Belmez para las curas y tratamiento al hospital que la S.M.M.P. tenía en Pueblonuevo del Terrible. La compañía tuvo primeramente un botiquín en Belmez en el que se prestaban estos servicios, que se cerró a partir de 1922 para abrir el nuevo hospital. Se puede recordar lo que se dijo en este blog el pasado mes de agosto acerca del llamado “Coche de los Heridos”, un tren compuesto por locomotora y un solo coche que salía de El Montadero de Belmez a las 10 de la mañana para llevar a los heridos a sus curas en el hospital de la S.M.M.P. en Pueblonuevo, regresando a Belmez en otro tren que salía de La Montera a las 13 horas.

Después de bastantes años funcionando con regularidad este servicio, el tema del traslado de estos enfermos se trató por el Ayuntamiento en marzo de 1943, solicitando a la S.M.M.P. la reapertura del botiquín en Belmez a fin de evitar molestias y trastornos, a lo que la S.M.M.P. contestó que teniendo organizados sus servicios sanitarios en forma adecuada y, sobre todo, por tener establecido un servicio de trenes para ellos, que a su juicio cumplía bien su cometido, no creía procedente hacer modificaciones algunas, por lo que el referido botiquín no llegó a reabrirse.

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