jueves, 13 de octubre de 2011

Paseo por la Vía Verde de la Sierra Norte

El pasado sábado, día 8 de Octubre, la Asociación "La Maquinilla" improvisó una ruta en bicicleta por la Vía Verde de la Sierra Norte (Sevilla). Situada a 90 km. del Guadiato, ésta es la vía verde más próxima.

La infraestructura en cuestión, de 15 km. de longitud, fue construida en el año 2003 por la Junta de Andalucía. Con ello queda demostrado que el acondicionamiento de un antiguo trazado ferroviario como Vía Verde no corresponde únicamente al Estado, sino, también, al gobierno regional.

La plataforma sobre la que está asentada laVía Verde perteneció al antiguo ferrocarril minero que unía el importante yacimiento férrico de "Cerro del Hierro" con la línea Sevilla-Mérida.

Haciendo un poco de historia, en 1895 la sociedad de capital escocés William Bairds Company Ltd, propietaria de la mina, encargó la construcción y gestión de este ramal minero a MZA, gigante ferroviario en aquellos entonces y empresa muy vinculada a las minas e industrias del Guadiato. De hecho, dicha compañía fue propietaria, por ejemplo, del tramo Almorchón-Belmez hasta la creación de RENFE en 1941, además de poseer minas en el Guadiato y negocios compartidos con la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya.

Mediante la construcción del ferrocarril se pretendía transportar el mineral desde "Cerro del Hierro" hasta el puerto de Sevilla. Una vez allí, sería cargado en barcos para Glasgow, ciudad donde estaban ubicados los altos hornos de esta empresa.

Desde el inicio y como es habitual en un medio de transporte vinculado exclusivamente al transporte de mercancías, la rentabilidad del ferrocarril minero de ancho ibérico fue paralela al nivel de explotación de la mina.

Iglesia anglicana del Cerro de Hierro (Sevilla)
En 1915 la explotación minera cambia de propietario y pasa a ser gestionada por la Sociedad Bairds Mining Company, también de capital británico, no así la línea de ferrocarril, que permaneció en manos de MZA. Las viviendas para ingenieros al más puro estilo colonial así como la iglesia anglicana, pertenecen a esta época (1921).

En 1946 la mina es vendida a la sociedad "Nueva Montaña Quijano", empresa santanderina que utiliza el hierro para la obtención de aceros. Desde 1941 RENFE nacionaliza la línea, al igual que las del resto de España.

Más tarde, en 1970, la Sociedad "Cerro del Hierro S.A." se hace cargo de los trabajos en el filón. Es en esta fecha cuando RENFE decide cerrar la línea por falta de rentabilidad, al igual que muchas otras líneas nacionales. Por ejemplo, en aquellos tiempos la línea Córdoba-Almorchón fue cerrada al tráfico de viajeros (1974).

No obstante, y dado que el criadero todavía tenía actividad, se acordó no desmantelar las vías y estaciones hasta 1985, año en que una cooperativa de mineros, como última propietaria del yacimiento, decidió cerrar definitivamente la mina.

Hasta aquí podemos contar sobre el pasado. Ya en el presente, el "Cerro del Hierro", esculpido por la mano del tiempo y el hombre durante miles de años, ha formado un original y mágico paisaje de chimeneas de piedra caliza.

El lugar requiere, de por sí, una visita monográfica. De la Vía Verde y hacia el interior del complejo parten senderos debidamente acondicionados, algunos de los cuales discurren por antiguas galerías excavadas en la piedra por los antiguos mineros para evacuar el mineral en vagonetas.

En pocos años, este monumento natural (2001) y su Vía Verde anexa se han convertido en un auténtico santuario para los amantes de la escalada y el cicloturismo.

Montados en la bici visitamos, en primer lugar, la antigua estación de Cerro del Hierro, así como las cocheras para las locomotoras y el cargadero de mineral. Todas estas instalaciones se encuentran en deficiente estado de conservación, hecho que llama poderosamente la atención, si entendemos que la mina se cerró, tan solo hace 25 años. Se observa, con tristeza, cómo el sitio ha sido expoliado por chatarreros y amigos de lo ajeno, como aquí.

Una vez fuera del complejo minero, el paisaje que nos rodea es de dehesa y bosque mediterráneo rico en alcornoques.

En el km. 6 encontramos el primer signo importante de civilización: San Nicolás del Puerto. Esta población presenta un excelente parque periurbano elaborado con vegetación de ribera. No en vano, en ese punto nace el río Huéznar (o Huesna). La banda sonora de esta vía de agua nos acompañará hasta el fin del trayecto.

La humedad y el frescor del lugar, incluso en verano, convierten este enclave en lugar ideal para descansar y tomar un aperitivo o un refrigerio. Un bar perfectamente integrado en el paisaje combate la sed y el hambre de cicloturistas y senderistas, que se cuentan por cientos. La Vía Verde representa un importante impulso para el sector hostelero de las localidades por las que discurre, como puede apreciarse en las fotografías.

Recuperamos nuestras monturas y abandonamos este pueblo andaluz típico para iniciar un vertiginoso descenso, compitiendo en la bajada con las aguas del Huéznar. Dejamos actuar, gozosos, a la fuerza de la gravedad hasta que la velocidad alcanzada nos hace pensar en lo dura que será la vuelta. Decidimos acariciar el freno, más que por precaución, para alargar el disfrute.

Sin apenas dar una pedalada, atravesamos el único túnel del trayecto. Sobrecoge penetrar en la fría oscuridad de aquel sumidero horizontal, pero nos dejamos tragar por él, curiosos, expectantes, inseguros, ante la nueva realidad que necesariamente debe surgir al otro lado.


La caverna artificial nos devuelve a un escenario donde la humedad es la gran protagonista. Los bosques de galería nos envuelven con sus tonos marrones, ocres y amarillos y el Huéznar se detiene formando tablas, como si quisiera, también, descansar y disfrutar del colorido espectáculo. Es posible que el otoño sea la mejor época para visitar la Vía Verde de la Sierra Norte, por el contraste que produce la hoja caduca sobre el verde que solo la familia quercus puede ofrecer.

Con frecuencia, penetramos en interminables trincheras, desfiladeros fabricados por el hombre para domar la aspereza salvaje de la sierra. Los muros pétreos llegan alcanzar los 10 metros de altura en algunos tramos. A falta de argumentos sociales, un esfuerzo tan grande de cortado y dinamitado no se justifica si no se espera encontrar un auténtico tesoro mineral más adelante. Grandes obras públicas para grandes negocios. Es la historia de la humanidad.

Las angosturas ferroviarias se intercalan con esqueletos de casetas y puentes metálicos que se asoman al cauce juguetón del Huéznar. El percutir de nuestra ruedas contra las tablas de las pasarelas imitan deliberadamente el hipnótico traqueteo de los trenes de antaño. La bicicleta como metáfora del ferrocarril... una fantástica idea.

El final de la ruta, decepciona un poco. Aparecemos de golpe en un descampado adornado únicamente por una caseta de tren, esta vez habitada junto a la línea Sevilla-Mérida. Los ingenios mecánicos cercanos a la vivienda demuestran que allí residió un técnico guarda aguja. En otro tiempo, la labor de estos abnegados obreros fue fundamental para organizar el tráfico ferroviario y sus descuidos, provocaron en más de una ocasión pavorosos accidentes ferroviarios a los largo de la historia.

El desarrollo de sistemas electrónicos y automáticos de desvío provocaron la desaparición de estos profesionales en la penúltima victoria de la máquinas sobre la personas.

Comemos allí, a la sombra de una encina y debatimos sobre si alargar la etapa 4 km. más hasta las cascadas del Huéznar por un desvío de tierra que parte de la misma Vía Verde, o bien, volver escalando por la misma hasta el lugar de partida.

Elegir la primera opción no nos exime de hacer la segunda, de modo que optamos, finalmente, por la primera alternativa.

Del ascenso solo recordamos jadeos, maldiciones, imágenes del asfalto, alguna que otra avería mecánica y chovinistas conversaciones entrecortadas donde los atractivos de la única Vía Verde del norte de Sevilla sucumben ante los equivalentes de la Vía Verde del Guadiato.

A la llegada a Cerro del Hierro, observamos que el lugar silencioso y solitario de la mañana se ha transformado en una fiesta del ecoturismo donde decenas de excursionistas inician o terminan su esfuerzo por la Vía Verde y sus alrededores.

Volvemos a casa impactados por la aglomeración del final y pensando en que, tal vez, esas autocaravanas, esos autobuses y vehículos bien podrían estar aparcados en Cámaras Altas, en el Cerco Industrial de Peñarroya o en la corta "Cervantes" un sábado cualquiera, o incluso más, dado el enorme potencial turístico de nuestros pueblos, en comparación con aquéllos.

Desde aquí insto a todos los alcaldes, alcaldesas y demás incrédulos del Guadiato a visitar una Vía Verde. A veces, hace falta ver las cosas para creer en ellas.

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