lunes, 28 de febrero de 2011

En un lugar de París...



"... El edificio número 12  perteneció primero al Marqués de Tourny y luego al Barón de Saint-James. Sucesivamente lo ocuparon después el GirondinoVergniaud, el poeta Chenier, la Embajada de Rusia y el joyero Chaumet, orfebre y lapidario de las famosas gemas del Emperador, entre ellas la tiara que Napoleón  Bonaparte ofreció al Papa. En una habitación de la segunda planta murió tuberculoso el compositor Chopin en 1849. Por ese tiempo se instalaron en la primera planta Eugenia de Montijo y su madre, recién llegadas de España. Dicen las crónicas de corte que la elección de este espléndiso alojamiento, al que daba acceso una suntuosa escalinata, formaba parte del plan finalmente consumado, para que la bellísima Eugenia contrajera matrimonio con Napoleón III. Hasta que el enlace se produjo , el primer piso de la Place Vendôme se convirtió en uno de los centros sociales más selectos de París..."


"... en 1860 instaló allí su oficina Fernando de Lesseps... "... Luego serviría de sede a la poderosa compañía Fives-Lille..." Las escritura fundacional de la Societé Houilllére y Métalurgique de Peñarroya se firmó en el número de 12 de la Place Vendôme por tener allí sus despachos su principal accionista: la Societé Houillere y Métalurgique de Belmez".

Peñarroya-España Libro del Centenario 1881-1981.

Los últimos 130 años de historia de nuestra comarca se forjaron en este luminoso y lujoso edificio de la parte noble de París, a más de 2.000 kilómetros de distancia. Muchas de las personas que aquí se reunieron y trabajaron jamás pisaron nuestra tierra. Para ellos la comarca del Guadiato era solo un indiferente punto del mapa geofísico en que se posaba el dedo de los poderosos hombres de negocios y lustrosos apellidos de media Europa, para hacerse más ricos de lo que ya eran.

Charles Ledoux (foto José Antonio Torquemada)

Tan solo Charles Ledoux, ingeniero de minas, visionario y promotor de la idea de invertir dinero en los ferrocarriles y minas del Guadiato (era hijo de Adolphe Ledoux, accionista minoritario de la empresa) se encuentra en la lista de aquellos que visitaron físicamente ambos lugares. Y junto a él también, quizás, André Chastel, Pablo Gal o Pierre Rousseau, directores de la empresa (el primero llegó a presidir la misma) y muy respetados por la población local.

En este  lugar los plutócratas del continente se entretenían jugando al monopoly minero, industrial y ferroviario. Al atravesar la puerta del número 12 se transformaban en  despreocupados jugadores que  apostaban su dinero en la casilla del Guadiato. Para ellos era una partida más: siempre se podían tirar los dados de nuevo y apostar el dinero en otra casilla, en otro recóndito lugar del globo terráqueo. Para nuestra zona esa era la única oportunidad para sobrevivir.



Como en África hoy, la España liberal del siglo XIX representaba para los principales capitales extranjeros un  territorio virgen y rico en recursos mineros, gobernado por caciques fácilmente corrompibles mediante participaciones en estas empresas y con una legislación favorable a la colonización económica. La rama francesa de los Rothchild (banqueros de origen judío que se hicieron  ricos, sobre todo, invirtiendo su dinero en el mercado de las material primas, como el plomo o el cobre y el níquel), los Parent (fundadores de Fives-Lille, empresa especializada en obras y equipamiento ferroviario) entre otros, lo sabían.

El edificio de la imagen fue sede social de la SMMP (Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya) y  la CHMB (Compañía Hullera y Metalúrgica de Belmez). No en vano, la fundación de la primera, tuvo lugar en la sede social de la segunda, un frío 12 de Octubre de 1881.

Posteriormente, como todos sabemos, la empresa plomera absorbió a la hullera, constituyéndose ambas en una sola corporación industrial en 1893.


Hoy en día,  el número 12 de la Plaza Vendôme todavía conserva el glamour y el brillo de antaño. No queda ni rastro del paso de nuestras empresas. Sin embargo, el edificio al completo continua siendo una bulliciosa torre de Babel en la que conviven un sinfín de empresas. La primera planta, lugar donde se selló el destino de nuestra comarca hace más de un siglo, guarda una de las más prestiogiosas colecciones de joyas del mundo. Al menos así lo creo, a juzgar por la contundencia con la que me desalojaron de la estancia los guardias de seguridad de la misma. Y eso que solo estaba en la escalera!!!! Son las consecuencias de no saber jugar al monopoly.

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